lunes, 28 de enero de 2013

El "Ulises" de James Joyce (Capítulo VII)


  Tras una interrupción mucho más prolongada de lo que me gustaría en la publicación en este blog, hoy vamos a continuar; y, ni más ni menos, que lo haremos internándonos en el séptimo capítulo de esa magna obra que es el «Ulises» de Joyce. Si en el capítulo anterior el autor se centraba en una de las constantes de la vida: la muerte; en este nos centramos en otra: el trabajo, pero siempre bajo la peculiar estética Joyceana, porque trabajo, lo que es trabajo, vemos más bien poco.

En primer lugar, por seguir las buenas costumbres, no puede faltar el esquema:

Título: «Eolo.»
Hora: 12 – 1
Color: Rojo.
Personas: Eolo, Hijos, Telémaco, Mentor, Ulises.
Técnica: Simboleutiké, Dikaniké, Epideíctica, Tropos.
Ciencia, arte: Retórica.
Sentido: La irrisión de la victoria.
Órgano: Pulmones.
Símbolo: Máquinas, viento, hambre, cometa, destinos fracasados, prensa, mutabilidad.

Y por una vez, y sin que sirva de precedente, este esquema sí que tiene su relación con el capítulo en cuestión, clara en ocasiones, un poco más discutible otras. Pero vayamos por partes.

 En primer lugar, el título: Eolo, como sin duda sabéis, es el dios de los vientos de la mitología griega; y, sorprendentemente, el viento sí que juega un cierto papel en este episodio, un papel irrisorio, puesto que veremos más adelante que todo el capítulo está construído sobre una capa constante de ironía, pero un papel al fin y al cabo. Y es que el viento llega a tirar los papeles de una mesa, así, sin más. Un fenómeno sin ninguna importancia, pero algo es algo.

 Claro está, que probablemente haya un significado más profundo en todo esto y es que todo la narración (especialmente en su comienzo y en su final) está imbuída de una actividad casi frenética, desde los tranvías (que son descritos nada más empezar y aparecen de nuevo poco antes de que acabe el capítulo consolidando una estructura circular) hasta los trabajadores del periódico, todo rezuma dinamismo. Incluso Bloom trabaja, por increíble que parezca. Y el pobre hombre parece bastante estresado, no solo porque en ningún momento consigue su objetivo de cerrar un contrato con un anunciante, sino porque sus compañeros de trabajo y habituales de su rotativo parecen tenerlo en muy poca estima: lo ignoran, se burlan a sus espaldas, lo tratan de forma insultante (si yo fuera el bueno de Leopold ya los habría mandado a tomar por culo, que es exactamente lo que le dicen que haga con su cliente) e incluso llegan a golpearle en un par de ocasiones (siempre sin querer, por supuesto, no es que haya violencía física per se contra él, no por ahora al menos).

 En cuanto al color, sí que resulta un poco más difícil de adjudicar, pero quizás debemos fijarnos en la historia que cuenta Stephen al final del episodio, que él mismo titula «Visión de Palestina desde el Pisgá o la parábola de las ciruelas». Lo que nos cuenta Dedalus es la historia de unas señoras que se suben a la columna de Nelson y desde allí se comen unas ciruelas arrojando sus huesos al Dublín que se encuentra a sus pies. Nada del otro mundo, como vemos, pero el joven artista sí que se preocupa de remarcar bastante el color rojizo del fruto, aunque nunca directamente.

  Deciros también que esta historia intranscendente, ha sido objeto de múltiples interpretaciones: desde los que ven en ella una crítica al nacionalismo o la iglesia irlandesa, hasta los que le buscan un significado de carácter sexual basándose en un juego de palabras en inglés totalmente intraducible (no en vano, a sus acompañantes parece hacerles gracia la aparentemente insulta historia).

  Por cierto sí, habéis leído bien, en el capítulo séptimo por fin aparecen juntos Bloom y Stephen (Ulises y Telémaco en el esquema). Bueno, juntos, juntos, tampoco. Para ser justos, al principio está Leopold y, al poco de irse aparece Stephen. Solo después coinciden en dos momentos, aunque en el primero de ellos Bloom está al teléfono y en el segundo ni se dirigen la palabra (aunque sí que podemos ver alguno de sus pensamientos sobre el joven Dedalus). No es casualidad que este encuentro se produzca a estas alturas de la novela, como ya sabéis, los tres primeros han capítulos han estado centrados en Stephen y los tres segundos en nuestro Odiseo particular, por lo que tiene su lógica que en el séptimo aparezcan los dos. Y esta aparición se contagia también a la narración, puesto que el monólogo interior de ambos aparece en el capítulo; cada uno en su momento, claro.

  Sin embargo, se produce alguna dificultad al intentar analizar una frase del capítulo que dice como sigue:

«A menudo he pensado desde entonces al mirar atrás hacia aquel extraño episodio que fue aquella pequeña acción, trivial en sí misma, aquel encender de una cerilla, lo que determinó todo el curso posterior de nuestras dos vidas.»

  La cuestión difícil de resolver es: ¿quién piensa esto? En ese momento está Stephen en escena, pero ni esto es el típico pensamiento del rebuscado artista, ni ese encender de una cerilla tendrá la más mínima repercusión en su vida ni en la novela. ¿Quién lo piensa entonces? En mi opinión, se trata de uno más de los juegos retóricos del capítulo, una retórica pseudofilosófica empleada con un gran sarcasmo, por lo que le podríamos adjudicar la voz del narrador, o no, eso ya depende de cada uno.

  Y es que, como vemos tanto en la técnica como en la ciencia y el arte, el capítulo versa sobre la retórica. Retórica empleada como burla, como mofa, con ironía a muchos niveles distintos. Por un lado, los propios contertulios que se juntan en la redacción se ríen de la retórica inflada tan en boga en esos momentos. Por otro lado, el propio narrador emplea un lenguaje recargado en muchas ocasiones, repleto de redundancias («Carreteros de botas enormes sacaban rodando barriles retumbantes de los almacenes Prince y los colocaban con un chocazo en el carro de la cervecera. En el carro de la cervecera chocaban retumbantes barriles que eran sacados rodando por carreteros de botas enormes de los almacenes Prince.» es un buen ejemplo) y multitud de figuras retóricas y tropos (el lenguaje va asumiendo cada vez más su protagonismo central en la obra, no os olvidéis de esto). Para colmo de males, el único momento en que los personajes del capítulo alaban un discurso retórico (y es que es bueno de verdad), el orador se ve interrumpido por un eructo, una muestra más de la comicidad de la novela.

  Antes de acabar, mencionar un par de cosas. Primero, las constantes referencias al resto de la obra, bien sea en forma de leitmotiv (el «Don Giovanni» de Mozart, la muerte de la madre de Stephen, y alguno nuevo como el acertijo de la ópera) o bien en forma de anticipación (en un determinado momento se habla sobre un famoso asesinato cometido en Dublín en la época por un tal Pellejocabra, personaje del que se volverá a hablar en la novela; se menciona incluso a Penélope que aquí será Molly Bloom, en la cual estará centrada por completo el fantástico último episodio).

 En segundo lugar, alabar el buen hacer de Joyce en la construcción de la trama de la novela, por muy banal que esta sea. El encargo que le hacen a Stephen en el segundo episodio, es lo que le lleva al periódico y lo que propicia el primer encuentro con Bloom. Otro ejemplo: sabemos que Stephen tiene deudas, pues ahora nos enteramos de que a Leopold le deben dinero, una muestra más del paralelismo divergente entre ambos personajes (como el hecho de que la muerte de la madre haya marcado mucho a uno y la muerte del padre al otro).

Y de nuevo, una entrada mucho más larga de lo que esperaba, y aún se me quedan muchas cosas en el tintero, pero tampoco es mi intención aburriros. Seguiremos, en breve esta vez, con el próximo capítulo, aunque antes me gustaría seguir hablando de cine.


3 comentarios:

  1. Hace tiempo que desde que apunté este blog para consultarlo cuando terminara el Ulises.

    Hoy es el gran día, y comenzaré a consultar cada una de tus entradas.

    El último capítulo es genial.

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  2. Espero que puedas analizar el siguiente prontamente. Gracias por el análisis.

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  3. te agradecería mucho que subieras el siguiente capítulo.

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