lunes, 14 de diciembre de 2009

Barry Lyndon (Visión Preliminar)


Por primera vez en este blog vamos a hablar un poco de cine. Para mí he de deciros que no es fácil escoger de que obra de cada género os hablaré en primer lugar. Por ejemplo, con la música mi idea inicial (y de la que surgió lo de escribiros todos estos rollazos) era “La Consagración de la Primavera”, y me da que aún falta bastante para eso. Con la literatura sí que no me cabía ni la menor duda. Pero con el cine la cosa es distinta. En un principio dudaba entre “El Acorazado Potemkin” o alguna película de Stanley Kubrick (los que me conocéis personalmente seguro que ya me habéis sufrido hablando de esto), pero justo en el día en que me plantee revisionar algo para escribir sobre ello me entraron unas ganas locas de ver por enésima vez “El Padrino” (la responsabilidad la tiene un episodio de “Los Simpson”, todo hay que decirlo). Pero finalmente decidí dejar ese destello momentáneo y pasar esa tarde de sábado con la película de la que os voy a hablar a continuación: ni más ni menos que “Barry Lyndon”, la única película de época del desgraciadamente fallecido genial Stanley Kubrick.



Portada de la película en su edición en DVD; bastante minimalista, como podéis ver.


Personalmente esta obra me parece la mejor del afamado director, y teniendo en cuenta que este tipo hizo entre otras cosas “2.001: Una Odisea en el Espacio” y “La Naranja Mecánica”, no es una decisión sencilla, creedme. ¿Por qué me parece la mejor? En parte porque es de las menos conocidas y menos vistas y eso por si solo ya es, a mi juicio un buen motivo. Pero no es el único. Considero a “Barry Lyndon” como la película más personal de Kubrick, y es que él solito se encargó del guión, la producción y la dirección de la misma; por otro lado la innegable belleza de la película es simplemente sobrecogedora: no puede haber mejor combinación entre música y fotografía nunca; por último la propia trama de la película y su moraleja resulta de un pesimismo terrible, deprimente, todo acaba mal, pero al mismo tiempo sabes que era la única manera posible de que todo acabara, han sido los actos de los personajes los que han desencadenado todo porque apenas hay alguien que quede como inocente tras los hechos narrados en el largometraje... y el mensaje moral que se transmite es claro: los actos que perjudican a otra persona para el beneficio propio sólo te pueden acarrear desgracias.


Pero empecemos por el principio. Antes de ser conocido mundialmente Stanley Kubrick era un fotógrafo muy detallista, amante de la música y con una personalidad casi obsesiva. Parte de esta obsesión la volcaba sobre una de las figuras históricas más importantes de todos los tiempos: Napoleón Bonaparte. Es normal que este fotógrafo en cuanto dirigió sus primeras películas y consiguió fama suficiente como para que ninguna productora rechazara sus proyectos se volcara en la creación de un filme sobre tan controvertido personaje histórico. Pero en cuanto hubo escrito el guión y reunido gran parte del presupuesto necesario se estrenó una superproducción sobre el mismo tema. Este fue un gran golpe para Kubrick que siempre buscó que sus películas se diferenciaran de todas las demás. En seguida su inquieta mente empezó a trabajar, y como en el fondo quería hacer una película de época en ese momento de su vida, se decidió por adaptar una novela picaresca decimonónica titulada “The Luck of Barry Lyndon” escrita por William Makepeace Thackeray.


Y vaya si no adaptó la novela, la cambió por completo. Esto es algo bastante habitual en el bueno de Stanley, véase sino “El Resplandor”. De hecho, con Kubrick es con el único que no pasa aquello de “mejor leerse el libro” sino que en muchas ocasiones es más bien todo lo contrario. Así su genialidad se posó sobre una historia sencilla de un joven irlandés que por casualidades del destino se ve forzado a vagabundear durante toda su vida por media Europa intentando, mediante las más oscuras artimañas, ascender de estatus social. Con esta base el genial director construyó una historia épica totalmente intemporal donde se nos narra la vida de un protagonista odioso a veces, pero también admirable en otras tantas ocasiones, con un fuerte trasfondo moral y grandes dosis de crítica social. Ahí es nada.


La historia de la película ya de por sí es inmensa, igual que el metraje, por lo que Stanley dividió su obra en dos partes separadas por un intermedio. La primera parte es lo que en literatura se llama una “novela de evolución espiritual” donde el protagonista, un sencillo adolescente en un principio, va madurando en un mundo hostil y aprendiendo así las grandes verdades de la vida (la cumbre de esta novelística es sin duda la inmortal obra de Goethe “Los Años de Aprendizaje de Wilhelm Meister”). Pero el protagonista de esta película es claramente peculiar, no nos olvidemos que en el fondo la novela en la que se basa es una novela picaresca, por lo que la forma de reaccionar de Redmond Barry (así se llama el angelito) es altamente controvertida. La historia comienza cuando Redmond pierde a su padre en un duelo a pistola. Entonces se queda sólo con su madre y la compañía de su prima Nora de la que se acaba enamorando. Pero Nora no es precisamente una chica angelical y, tras años de seguirle el juego a su primo, se queda prendada de un oficial del ejército británico en cuanto su regimiento pasa por el pueblo (todo ello con el beneplácito de la familia, a la cual la renta del caballero no le viene nada mal). Esta es la primera vez que vemos la personalidad del señor Barry, ante la traición de su prima decide actuar, y actúa ni más ni menos que retando a un duelo al asustadizo oficial. Redmond gana el duelo pero se ve forzado a huir a Dublín con buena parte de sus ahorros familiares. Y el mundo exterior no recibe nada bien a Barry, al poco de abandonar su pueblo natal es atracado en el camino quedando así sin dinero y totalmente sólo en este mundo. Pero entonces surge la gran oportunidad que cambiará su vida campesina por la más peligroso vida como soldado al servicio de Su Majestad.


Redmond parte a Europa a luchar contra los ejércitos franceses en la Guerra de los Siete Años, pero la vida militar tampoco le convence por lo que urde un plan para poder desertar. En un determinado momento logra hacerse con un caballo y los documentos de un correo del ejército, con los que planea ir hasta alguna nación neutral y allí regresar a su Irlanda natal. En su viaje traba una relación amorosa con una campesina alemana cuyo marido se encontraba también en el frente, pero el deseo de Barry de regresar a su hogar es tan fuerte que la acaba dejando para proseguir su camino. Es en este camino donde se cruza con un oficial del ejército prusiano (nación aliada de Inglaterra) que descubre su engaño dejándole sólo dos opciones: o ser detenido por deserción o unirse al ejército de Prusia. Redmond evidentemente opta por la segunda opción. Pronto Barry se ve rodeado de malas compañías y se empieza a crear mala fama a pesar de sus ejemplos de valentía en el frente. También traba amistad con su reclutador lo que le posibilita una pronta salida del ejército para entrar en el no más seguro mundo del espionaje cuando el Ministro de Interior prusiano reclama sus servicios. Es así como nuestro joven entra en el servicio de un peculiar personaje que se hace pasar por noble francés cuando en realidad no es más que un buscavidas irlandés con una desmedida pasión por el juego (y las trampas que lleva implícitas).


Redmond al encontrarse con un compatriota no es capaz de aguantar la tapadera y se derrumba trazando con este peculiar personaje una alianza y una amistad que llevará a nuestro protagonista a una nueva etapa de su vida cuando el gobierno prusiano decida expulsar al noble. Así Barry se embarca con él en una serie de viajes de corte a corte por toda Europa con un lucrativo negocio de juego. Sus dotes para la picaresca se ven aprovechadas en estos viajes colaborando con las trampas de su anciano amigo y batiéndose en duelo por él cuando es necesario cobrar alguna deuda. Pero entonces Redmond decide que ya ha tenido viajes suficientes y comienza a plantearse el contraer matrimonio y asentarse. En ese mismo momento conoce a la Condesa de Lyndon casada con un anciano noble de gran abolengo y con un hijo pequeño. El joven comienza a cortejarla con tan buena suerte que al anciano caballero le sobreviene un infarto (corazón débil y esposa con amante, mala combinación) por lo que pronto se puede casar con ella.


Esta es la historia de la primera parte de la película, a partir de aquí nuestro protagonista consigue el nombre y título de Barry Lyndon, aparte de una bellísima esposa, cosa que no le priva de seguir con su vida libertina y licenciosa para disgusto de la Condesa, pero eso lo contaremos cuando hablemos de la segunda parte.


Como veis la historia ya es de por sí extensa y rebuscada y por si sola ya colocaría a esta película en un lugar de honor en la historia de la cinematografía. Pero no es este el único mérito de la película, de hecho, al final es menos importante de lo que parece. El gran logro de esta película es que supuso tal revolución a la hora de hacer cine que no se ha visto a día de hoy ninguna otra que la pueda imitar. En primer lugar por la exquisita banda sonora, una auténtica genialidad de selección de obras de música que podrían sonar por esa época tan enraizadas en cada escena que el propio ritmo de la película se ve constantemente modificado para adaptarse al ritmo de las diversas piezas que componen su banda sonora.


Pero no sólo en la música quería Kubrick transmitir el espíritu de la época, sino también en las imágenes. Para empezar se planteó que toda la película debía ser un gran cuadro de la época al que se le hubiera añadido una dimensión temporal. Y lo consiguió. Cada simple fotograma es en el fondo una bella pintura con un tratamiento exquisito de la luz, el color y la composición. Otro problema más peliagudo que se le presentó al director a la hora de retratar el espíritu de la época era la iluminación. Resulta evidente para todos que la luz eléctrica aún no existía, por lo que, ¿cómo conseguir mantener la iluminación típica de luz de las velas en el celuloide sin que resultara una atmósfera oscura y asfixiante? La solución no fue sencilla para Kubrick, que hubo de realizar un gran adelanto técnico añadiéndole unas lentes especiales desarrolladas ni más ni menos que por la NASA para sus misiones espaciales a unas cámaras especiales que pudo conseguir. El resultado es sobrecogedor, la sensación de estar allí donde transcurre la acción es inmensa y el hecho de no añadir luces artificiales a ninguna escena fue sin duda un gran acierto del genial cineasta.


Otra de las grandes innovaciones en cuanto a fotografía usada para incrementar el realismo de la obra fue el uso de la técnica de cámara al hombro para rodar las escenas de violencia o de gran apasionamiento (una técnica que ahora se usa en casi cualquier obra cinematográfica, véase si no “Perdidos”). Y es que el resultado es sorprendente. Casi toda la película destaca por su uso de imágenes fijas tomadas con gran angular, pero cuando estalla la violencia (la violencia sin ningún tipo de normas ni recatos, por ejemplo en los duelos no usa esta técnica) la cámara empieza a moverse como loca como si en el fondo nosotros, espectadores, estuviéramos allí en medio viviendo esta apasionante historia.


En cuanto a la recepción que la película tuvo fue bastante dispar, con un número de espectadores bastante menor al del resto de obras del genial director, pero una muy buena acogida por la crítica. La película ganó cuatro Oscars: Mejor dirección artística, mejor fotografía, mejor diseño de vestuario y mejor banda sonora adaptada. Kubrick también ganó con esta obra el premio a la mejor dirección de la Academia Británica. A día de hoy la película sigue siendo extraordinariamente valorada, con el propio Martin Scorsese admitiendo que es su película favorita del genial autor y el puesto número 27 en la lista de las cien mejores películas de la historia en la revista Times.


Así pues, visto un poco por encima el argumento y los principales logros de “Barry Lyndon” démosle al play y procedamos a ver esta gran obra maestra de uno de los mejores directores de todos los tiempos, el gran Stanley Kubrick.