viernes, 13 de noviembre de 2009

El "Ulises" de James Joyce (Capítulo I)

      Así pues son las ocho de la mañana del jueves 16 de Junio de 1904. El sol sale entre las sombras del mar y en la cima de la Torre Martello un joven se afeita. Así empieza este capítulo primero del “Ulises”. Cuando James Joyce empezó a publicar esta novela lo hizo primero por entregas en una revista estadounidense (hasta que se la censuraron por pornografía, como ya sabemos). A cada capítulo le adjudicó un título para que figurara en la revista, aunque originalmente él no se los había puesto a los capítulos de la novela. Pues bien, el título de este capítulo es “Telémaco”.


      Para los que no estéis versados en la historia de la "Odisea" os hago un pequeño resumen. Después de la guerra de Troya (que duró la polla de años) el héroe Ulises regresa a Íthaca, su hogar, en su barco, pero el dios Neptuno anda mosca con él así que decide hacerle un poco bastante la puñeta y alejarlo de su rumbo. Ulises así vive varias aventuras mientras trata de encontrar un camino de vuelta a casa. Mientras tanto, en su hogar, su mujer Penélope es asaltada por un huevo de pretendientes (muy buena debía estar). Penélope se mantiene fiel a su marido, pero el hecho de que los pretendientes ronden por el palacio no le gusta nada al hijo de la pareja, el joven Telémaco, ya que los considera unos usurpadores del puesto de su padre.


      Es de este personaje de quien Joyce toma el nombre para titular este capítulo. De hecho a lo largo del capítulo hay varios paralelismos claros entre Stephen Dedalus, protagonista del mismo, y el Telémaco homérico (como iremos viendo). Pero empecemos. Antes de leer el capítulo permitidme que os ponga las relaciones del mismo con las más dispares cosas, según el propio Joyce comentó en varios esquemas. Son las siguientes:


     Título: Telémaco

     Hora: 8-9

     Color: oro, blanco

     Personas: Telémaco, Antínoo, Mentor, Palas, Los Pretendientes, Penélope (madre)

     Técnica: Diálogo de 3 y 4 personas. Narración. Soliloquio.

     Ciencia, arte: Teología.

     Sentido: El hijo desposeído en lucha.

     Símbolo: Hamlet, Irlanda, Stephen.


      Y así de pancho se quedó el escritor diciendo esto, hay que joderse. Hay cosas de este esquema que son bastante claras; como la hora en que se desarrolla la acción, la relación Stephen-Telémaco, el sentido y los símbolos. Pero, tanto el color como las personas son bastante incomprensibles, casi mejor ni intentar darle un significado a esto, creedme, vuestra salud mental os lo agradecerá.


      Empieza la acción con un joven afeitándose, como ya sabéis. Ese joven no es otro que Malachi Mulligan un descreído y sarcástico estudiante de medicina (y un poco cabroncete también). Cuentan las malas lenguas que este personaje representa a un antiguo amigo del propio Joyce con el que acabó bastante mal. Sea como sea en seguida vemos la personalidad de Mulligan: su afeitado lo hace en forma de parodia religiosa y constantemente a lo largo del capítulo suelta sus características frases sarcásticas, alguna de ellas, hay que reconocérselo, bastante divertidas (“Los isleños […] hablan frecuentemente del recaudador de prepucios”). Algo de ingenio también tiene el hombre y para muestra una cancioncilla blasfema de su propia invención que recita en el texto, “La balada de Jesús jacarero”:


“Jamás habréis visto un joven tan raro,

mi madre judía, padre un pajarraco.

Con José el fijador bien no me llevo.

Por los discípulos y el Calvario brindemos.

[…]

Si alguien pensara que no soy divino

no beberá gratis mientras hago el vino,

sino agua, y ojalá sea una clara

cuando el vino otra vez agua se haga.

[…]

¡Adiós, digo, adiós! Escribid lo que he dicho

y contad a todo quisque que resucité de entre los nichos.

La querencia no falla, y volaré ¡por Dios!

Sopla brisa en Olivete - ¡Adiós, digo, adiós!”


      En seguida aparece en escena Stephen (“Kinch, desgraciado jesuita” según Mulligan), uno de los dos protagonistas de la novela. Stephen, como ya hemos dicho, es también el protagonista de “Retrato de un Artista Adolescente” del mismo autor. Pero han pasado dos cosas importantes entre esa novela y esta. Por un lado ha estado un tiempo viviendo en París, lo que le ha dado mundo y cultura. Por otro su madre se ha muerto, lo que le ha dado un gran y bonito trauma. Más adelante nos enteraremos de que no sólo su madre ha muerto, si no que en su lecho de muerte le pidió al propio Stephen que volviera a aceptar el catolicismo, a lo que él se negó. El trauma por la muerte de su madre queda reflejado constantemente a lo largo de este capítulo. Ah, una aclaración por si no habéis leído la novela anterior: Dedalus estudió en un colegio jesuita, y eso influyó de forma determinante en su personalidad. Queda dicho. Y otra cosa, Stephen es el alter ego del propio James Joyce cuando era joven.


      Tanto Stephen como Mulligan viven bajo régimen de alquiler en la Torre Martello, junto a otro estudiante más: Haines, un inglés apasionado por la cultura irlandesa. La relación entre este trío de jóvenes no puede ser de lo más peculiar: en este capítulo descubrimos que Stephen está resentido con Mulligan por algo que dijo poco después de la muerte de su madre (aparte de por el hecho de que le sablea constantemente); pero no sólo eso, por si fuera poco el inglés no está demasiado bien de la cabeza y se ha pasado la noche anterior entera gritando en sueños por una pesadilla con una pantera. Vaya tres, ¿no? Lo peor de todo no es eso, lo peor es que esto está basado en una historia real. El propio Joyce vivió en esa torre con estos dos elementos hasta que el inglés una noche en mitad de una pesadilla comenzó a disparar con una pistola pensando que era atacado por una pantera. Ni que decir tiene que Joyce abandonó al instante la vivienda. El inglés en cuestión se acabo suicidando, para que lo sepáis.


La Torre Martello a día de hoy. Como podremos comprobar todos los lugares que aparecen en la novela existían en el Dublín de la época.


      El trío de protagonistas refleja bastante bien el ambiente entero del capítulo: un inglés que adora Irlanda y desprecia lo que Inglaterra le ha hecho, un ateo convencido que cree que su amigo debería haber aceptado la religión cuando su madre estaba en el lecho de muerte; y el propio Stephen que odia a estos dos tanto como los necesitas. Nadie parece ser coherente, no en vano la última palabra de este capítulo es: “Usurpador.


      La historia avanza con sencillez en este capítulo: Stephen le pide algo de ropa a Mulligan (al tiempo que este le pide dinero), preparan el desayuno, compran leche a una señora bastante mayor y al final se van a bañar al mar mientras Stephen se va a trabajar. Pero sí que pasa algo importante, y que nos conducirá directamente al final de la novela. A lo largo de todo el capítulo Stephen cree que Mulligan pretende hacerse con la llave de la Torre, es decir, robársela, teniendo en cuenta que es Dedalus el que paga el alquiler (es el único de los tres con trabajo). Al final es el propio Stephen quien se la da, probablemente para no discutir con él. Mulligan es el usurpador al que se refiere la última palabra. Todo esto acabará llevando a que durante la noche, cuando Stephen en mitad de la juerga pierda a estos dos, acabe siendo acogido por el señor Bloom en su casa, pero no nos adelantemos tanto.


      Esa es la trama general del capítulo, pero ya hemos dicho que el protagonista de esta novela era el lenguaje, ¿qué le pasa pues al lenguaje mientras esto sucede? El lenguaje es joven, Joyce imita la técnica de un escritor joven, es vigoroso, refleja los diálogos tal cual se producen, pero ya empezamos a atisbar un mínimo de complicación en su lectura. Esta complicación surge principalmente de un técnica que Joyce puso de moda con esta novela, y que ahora es muy habitual por cierto: el monólogo interior. Un monólogo interior es cuando se dice exactamente lo que piensa un personaje, tal cual y como lo piensa. La dificultad surge de que el pensamiento humano suele ser bastante caótico, lo cual inmediatamente convierte en caótico al monólogo interior. Y no sólo eso, a diferencia de la mayoría de obras posteriores que usaron esa técnica, aquí Joyce no remarca de ninguna manera especial cuándo usa la técnica, lo que conlleva a que la narración de la historia se mezcle con los pensamientos de Stephen, dificultando en gran medida el reconocer cuando habla el narrador o cuando piensa el protagonista. Os dejo un ejemplo, para que os hagáis una idea:


“Sombras de espesura flotaban silenciosamente por la paz de la mañana desde el hueco de la escalera hacia el mar al que miraba. En la orilla y más adentro el espejo del agua blanquecía, hollado por pisadas livianas de pies apresurados. Blanco seno del mar ensombrecido. Golpes ligados, dos por dos. Una mano punteando las cuerdas del arpa, combinando acordes ligados. Palabras enlazadas de blancoola fulgurando en la marea ensombrecida.”


      La primera frase es claramente parte de la narración, pero el golpear de las olas contra la costa parece hacer pensar a Stephen en ritmos musicales, en un arpa, y posteriormente en el propio fluir del lenguaje. No es muy complicado por ahora, ¿verdad? Esperad al tercer capítulo para tiraros de los pelos y cagaros en la madre de James Joyce.


      Otra característica del lenguaje del autor es la manera que tiene de definir las cosas. Tomemos por ejemplo (del párrafo anterior) la palabra “blancoola”, es esa mezcla de un sustantivo con un adjetivo en la misma palabra a lo que me refiero. Algo poco menos que peculiar y que vemos cómo es usado una y otra vez a lo largo del capítulo: “verdimoco”, “almizcleperfumado”, …


      También dificulta la lectura el hecho de que en muchas ocasiones los pensamientos de Stephen, o los diálogos de los personajes, pasan a toda velocidad por hechos de los que no tenemos conocimiento. Cosas de su pasado, por ejemplo. En ocasiones a lo largo de la novela esto se va aclarando, pero en muchos otras no. También podríamos aplicar esto a las mil referencias a la cultura irlandesa, la religión o la filosofía, que o las conoces o no, pero Joyce no se va a parar en explicártelas, eso está claro.


      En este capítulo también empiezan a desfilar algunos de los temas clave de la novela: por ejemplo el tema de “Hamlet” y las teorías de Stephen sobre esta obra, el tema religioso o la explotación de Irlanda por parte de Inglaterra. Estos tres temas, junto con muchos otros, actúan como constantes hilos conductores de la novela cobrando en ocasiones vida propia independiente de los personajes, una de las grandes genialidades de James Joyce.


      Como vemos el autor nos ha presentado por ahora a tres jóvenes estudiantes, bastante descreídos todos ellos y la situación (el robo de la llave) que dará inicio al clímax de la novela. Por ahora ha sido un capítulo corto y fácil de leer. La mayoría de la gente que empieza el “Ulises” una vez que acaban este capítulo piensan: “Bah, el Ulises no es tan complicado”. ¡Que equivocados están! Ya en el próximo capítulo la cosa se empieza a complicar un poco más, como veremos en su momento.

2 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo en lo de que la cos se complica por momentos, pero es deliciosamente caótico y adictivo, en mi caso, que adoro el caos, ;)...Y el uso del lenguaje es soberbio, a mí, personalmente, me encanta, aunque sí, me he acordado de la amdre de Joyce un par de veces, y las que me quedan jejejeje. Y me he reido bastante con los sarcasmos de Mulligan...Sin duda estos tres personajes dan un jeugo estupendo, y como bien dices, bbasado en un hecho real...si es que la realidad siempre supera a la ficción jejeje.

    Un beso, ;).

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  2. De hecho gran parte de la obra está basada en hechos reales o, como mínimo en personajes reales, ya lo iré comentando todo en su debido momento, pero la vida de Joyce fue bastante caótica durante su juventud, en contraste con que en el resto de su vida fue de un soso inaguantable, cosas que pasan. XD

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