sábado, 14 de noviembre de 2009

El "Ulises" de James Joyce (Capítulo II)


      Enhorabuena, si ha llegado hasta aquí ha sido capaz de leerse un capitulo del “Ulises” de James Joyce, alégrese: ¡ya sólo le quedan 17! Así pues, usted se ha acabado el primer capítulo y, ávido de buena literatura y orgulloso de si mismo, emprende la lectura del segundo. La complicación aumenta un poco más, y quizás se pierda en algún momento. ¡No se preocupe! Aquí estoy yo para ayudarle, o liarle más, todo depende de como se lo tome.


      Si en la publicación por entregas Joyce otorgó al primer capítulo el título de “Telémaco”, a este segundo le puso “Néstor”. En la “Odisea” de Homero Telémaco recurre a un sabio anciano para saber que ha sido de los héroes de la guerra de Troya y así poder comenzar la búsqueda de su padre. Este anciano, Néstor, le suelta un rollazo increíble sobre vida, obra y milagros de cada héroe, sobre historia al fin y al cabo. Y es este el tema de este capítulo: la historia. Antes de seguir, os comentaré las correspondencias que el autor le otorgó a este capítulo:


     Título: Néstor.

     Hora: 9-10

     Color: Marrón.

     Personas: Néstor, Telémaco, Pisístrato, Elena.

     Técnica: Diálogo de 2 personas, narración, soliloquio.

     Ciencia, arte: Historia.

     Sentido: La sabiduría del mundo antiguo.

     Símbolo: Ulster, mujer, sentido práctico.


      Como siempre, el esquema no aclara demasiado, aunque en este un poco más que en capítulo anterior. La acción transcurre efectivamente entre las 9 y las 10 de la mañana, el personaje de Néstor está representado por el director del colegio, Mr. Deasy; mientras que Telémaco es el propio Stephen. Se habla mucho de historia en el capítulo y también sobre las mujeres (claro que todo puesto en boca de un machista). El resto... paranoias de Joyce.


      El día va avanzando y a las 9 de la mañana Stephen se encuentra trabajando. Es profesor en un colegio para niños bien, por desgracia le pasan tres cosas distintas: por un lado no le gusta su trabajo, por otro no se le da bien, y por último los padres de estos niños pagan más por matricularlos en el colegio de lo que el gana dando clase, lo que le quita toda su autoridad. Pero bueno, un curro es un curro, y es la única fuente de ingresos de la que dispone. Por si fuera poco, más avanzado el capítulo, descubrimos que Stephen está plagado de deudas; de hecho hoy es día de cobro y, echando cuentas, llega a la conclusión de que debe muchísimo más de lo que ha ganado.


      Como ya he dicho es un profesor bastante malo: tiene que revisar en el libro las contestaciones que les da a los niños, los trata con indiferencia e incluso piensa en ellos con desprecio, ni siquiera la enseñanza de la literatura (la gran pasión de Stephen) le resulta gratificante. Él mismo reconoce que no nació para profesor sino para alumno, pero yo creo que hay algo más profundo en todo esto. Según mi opinión Stephen está atravesando una terrible crisis vital. ¿Por qué digo esto? A lo largo de todo el libro este personaje muestra un desinterés rayano al nihilismo en todo lo que hace, nada le importa, desprecia a todo el que tiene a su alrededor (nunca en actos, sino en pensamiento)... En este capítulo esto salta a la luz de forma especialmente relevante, porque aquí Joyce empieza a usar más a menudo la técnica del monólogo interior. Este es el capítulo donde empezamos a conocer de verdad a Stephen Dedalus (proceso que se completará magistralmente en el siguiente episodio). Y los pensamientos de Stephen son realmente extraños: filosofa constantemente y muchas veces sin ningún sentido, es incapaz de llegar a ninguna conclusión, su lenguaje es tremendamente rebuscado, no hace más que darle vueltas y vueltas a los asuntos más banales... Mezcla todo eso con el constante recuerdo del trauma por la muerte de su madre y tienes un clarísimo claro de depresión intelectualoide.


      Y es que ya os digo que sus pensamientos son realmente extraños y deprimentes. Lo primero que piensa en el capítulo es literalmente esto:


      “Fabulada por las hijas de la memoria. Y, sin embargo, fue de alguna manera, si no tal como la memoria lo fabulara. Una frase, pues, de impaciencia, ruido sordo de alas de exuberancia de Blake. Oigo la devastación del espacio, cristal destrozado y desplome de mampostería, y el tiempo un lívida flama final. ¿Qué nos queda entonces?”


      Piensa eso sobre la historia, pero no se queda ahí. De sus alumnos piensa, por ejemplo: “Sabían: ni habían aprendido ni jamás habían sido inocentes”; y de los personajes históricos: “El tiempo los ha marcado y encadenados se alojan en la habitación de las posibilidades infinitas que ellos han desplazado. Pero ¿son posibles aquéllas sabiendo que nunca existieron? ¿O fue sólo posible aquello que llegó a ocurrir? Teje, tejedor del viento.


      Así es Stephen, todo un encanto, vamos. Una última cosa sobre este personaje: en este capítulo se muestra totalmente arrepentido de haber negado el catolicismo en el lecho de muerte de su madre (cosa que por cierto, aún no sabemos si es nuestra primera lectura del libro).


      La clase acaba abruptamente cuando los alumnos van al patio a jugar al hockey y entonces Stephen se reúne con el director del colegio, Mr. Deasy, para recibir su paga. Mr. Deasy también es un tipo tremendamente peculiar: antisemita, nacionalista y misógino. Ahí es nada. Pero no sólo eso: casi todo lo que dice es directamente falso, pero él se lo cree claro (algo más habitual de lo que parece). Por ejemplo: asegura descender de Sir John Blackwood, del cual asegura que votó a favor de la unión (cosas de la historia de Irlanda). Bueno, la realidad es que este tal John Blackwood en el 1800 se opuso totalmente al Acta de la Unión llegando a rechazar el título nobiliario que le ofrecían si la apoyaba. Y es que, como ya he dicho casi todas las afirmaciones de este hombre son totalmente falsas, y en esto reside gran parte de la esencia de la novela. Mr. Deasy representa al Néstor homérico, al hombre sabio, pero Joyce aquí troca sabiduría por falsa palabrería en una clara deformación esperpéntica del mito en el que se basó para escribir su novela.


      Otra cosa más sobre la técnica de Joyce. Aquí se puede ver como Mr. Deasy es completamente misógino en un apasionado discurso (“Soy más feliz que usted. Hemos cometido muchos errores y muchos pecados. La mujer introdujo el pecado en el mundo...”). Pues bien, este personaje no vuelve a aparecer, pero en el capítulo 7 descubrimos las causas de esta misoginia cuando el director de un periódico habla de él en estos términos:


      “Ah, le conozco, y conocí a su mujer también. La más jodida vieja pendona que jamás haya hecho Dios. ¡Jesús, esa sí que tenía glosopeda de eso no hay duda! Aquella noche que le tiró la sopa a la cara al camarero del Star and Garter.”


      Mr. Deasy le pide a Stephen que hable con algunos amigos suyos para poder publicar un artículo sobre una enfermedad que está afectando al ganado irlandés. Esto nos proporciona dos cosas interesantes: primero, un apodo que Stephen se autoimpone (“Bardo valedor de bueyes”) y segundo uno de los cientos de leitmotivs de la obra (como Hamlet o el señor Macintosh del que hablaremos más adelante.


      El tema del capítulo es la historia y en los personajes protagonistas del mismo vemos dos concepciones completamente distintas del tema: Para Stephen la historia es falsa (“Fabulada por las hijas de la memoria”), parcial e interesada; una mera excusa para justificar hechos actuales. Sin embargo para Mr. Deasy la historia es real, y no sólo eso, sino que tiene un objetivo: “Toda la historia humana se dirige hacia una gran meta, la manifestación de Dios.” Esta es la clásica concepción idealista de la historia. Dos interpretaciones de la historia bastante distintas, ¿con cual quedarse? Yo personalmente con ninguna de las dos, pero cada uno es libre de pensar lo que quiera.


      Un último concepto interesante. Cuando Mr. Deasy da su definición de la historia mientras se escucha a los niños jugar en el patio, Stephen señala hacia la ventana y le replica:


      “- Eso es Dios.

      ¡Hurra! ¡Bien! ¡Prrrri!

      - ¿Cómo? dijo Mr. Deasy.

      - Un grito en la calle, dijo Stephen, encogiéndose de hombros.”


      Para terminar os dejo el incomprensible acertijo que Stephen propone a sus alumnos, para que os ralléis un poco. La solución, en el libro. Seguiremos otro día con el primer escollo en la lectura de esta inmortal obra: el temible odiado y genial capítulo tres.


“El gallo ha cantado,

el cielo cobalto:

campanas en las alturas

dan las diez y una.

Hora es que esta pobre alma

ascienda a las alturas.”


      ¿Qué es?


3 comentarios:

  1. Bff, llevo con ese certijo en al cabeza días y la verdad, no sé si es que últimamente estoy espesa o lo que sea, pero, nada, supongo que, como bien dices, la solución está en el libro y presto voy a intentar descubrila, aunque, en serio, es una gozada leer a Joyce con está guía de mano, la verdad, uno se lo toma de otra manera, así que, gracias!...Cada día me gusta más, aunque como bien dices, aún me queda el "temido" capítulo tres jejejeje, Ya se verá.

    Un beso, ;).

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  2. El acertijo en sí es imposible de adivinar, a mí entender al menos. Ah, y ya aviso, la solución que Stephen da en este capítulo está incompleta, aunque muchos capítulos más adelante la escucharemos en su totalidad.

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  3. Gracias por tus comentarios, los leo siempre después del capítulo, y me ayuda a contrastar y recordar lo leído. Por ahora, que ya he conseguido hacerme con la distinción entre narrador-soliloquio, me parece genial como Joyce entremezcla todo, es de una riqueza increíble.

    ¿Has comentado todos los capítulos?

    Un saludo,
    Daniel

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