lunes, 16 de noviembre de 2009

El "Ulises" de James Joyce (Capítulo III)


      “Ineluctable modalidad de lo visible: al menos eso si no más, pensado con los ojos. Marcas de todas las cosas estoy aquí para leer, freza marina y ova marina, la marea que se acerca, esa bota herrumbrosa. Verdemoco, platiazulado, herrumbre: signos coloreados. Límites de lo diáfano. Pero añade: en los cuerpos. Luego se percató de aquesos cuerpos antes que de aquesos coloreados. ¿Cómo? Dándose coscorrones contra ellos, seguro. Tranquilo. Calvo era y millonario, maestro di color che sanno. Límite de lo diáfano en. ¿Por qué en? Diáfano, adiáfano. Si puedes meter los cinco dedos es una cancela, si no una puerta. Cierra los ojos y ve.”


      Bienvenidos al incomparable capítulo tercero de la “maldita novela-monstruo” (No me miréis mal, el propio James Joyce la definió así en una carta). El párrafo que he copiado arriba es el que abre este capítulo, y como anécdota os contaré que fue sólo con este párrafo con lo que la primera editora del “Ulises” se convenció de que tenía que publicar la novela.


      Otra pequeña cosa: este es el capítulo en el que la mayoría de la gente abandona la lectura del “Ulises”. El primer capítulo realmente complicado de la obra. La ruptura. Este capítulo cambió para siempre la historia de la literatura. Si lo puedes leer entero, enhorabuena, pero tengo que decirte que las dificultades no han hecho más que empezar. Y a pesar de todo merece la pena leer este libro, así de jodida es la vida, para conseguir todo lo bueno hay que hacer algún tipo de sacrificio.


      Os dejo el esquema de rigor:


     Título: Proteo.

     Hora: 10-11

     Color: Azul.

     Personas: Proteo, Menelao, Helena, Megapentes, Telémaco.

     Técnica: Soliloquio.

     Ciencia, arte: Filología.

     Sentido: La materia primera.

     Símbolo: Palabra, marea, luna, evolución, metamorfosis.


      Y la explicación de turno, claro: En el canto IV de la “Odisea” Menelao le cuenta a Telémaco cómo los dioses les habían retenido en una isla (así de simpáticos eran los dioses griegos). Para escapar tuvieron que capturar a Proteo y obligarlo a que los liberara. El propio Proteo era un dios con la curiosa habilidad de cambiar de forma, y como él cambiaba de forma, así fluye también el lenguaje a lo largo de este capítulo.


      El día de Stephen sigue avanzando y después de acabar su jornada laboral en el capítulo anterior, el aburrido joven se da un paseo por la playa de Sandymount. Y como se aburre mucho el pobre, le da por pensar. Reflexiona sobre muchas cosas el poeta a lo largo de este capítulo: desde teorías aristotélicas hasta sexo, pasando por su madre muerta y la poesía. Y es esta cambiante reflexión constante lo que complica enormemente la lectura del capítulo. Por poneros un ejemplo, en un momento piensa en hacerle una visita a su tía Sara. En ese momento te empieza a relatar la visita con todo lujo de detalles: conversaciones, historias familiares, etc. Es un poco más tarde cuando tú, como lector, te das cuenta de que Stephen en su deambular se ha alejado de la casa de su tía y nunca se produce esta visita. Stephen simplemente se la estaba imaginando, poniéndose en escena vamos. Y es que Stephen a lo largo de este capítulo es un constante “quiero y no puedo”:


      Quiere visitar a su tía Sara pero no lo hace; quiere escribir una serie de novelas cuyos títulos sean las letras del alfabeto, pero nunca lo hace; quiere enviar sus escritos a todas las bibliotecas importantes del mundo para que alguien los descubra en la posteridad, pero eso tampoco sucede nunca,...


      Así es Stephen, no me extraña que esté deprimido el hombre. Y como ya os dije, su línea de pensamiento es bastante extraña. Su educación religiosa hace que piense en este tema a menudo, pero siempre lo acaba deformando de forma grotesca (“Esposa y compañera de Adán Kadmon: Heva, Eva desnuda. Ella no tenía ombligo. Mirad. Vientre sin mácula, bien abombado, broquel de tensa vitela, no, grano blanquiamontonado naciente e inmortal, que existe desde siempre y por siempre. Entrañas de pecado.”) Pero no solo eso, su cabeza da constantemente vueltas a muchos conceptos sobre el lenguaje y la forma (de ahí que la ciencia de este capítulo sea la filología). Aquí su educación cristiana también se hace notar constantemente. Para Stephen el lenguaje surge del ruido (es por ello por lo que el capítulo está plagado de onomatopeyas) y el sonido de las olas al romper contra la playa lo lleva a la exaltación artística hasta el punto de que tiene que arrancar un cacho de hoja de la carta que le había encargado entregar Mr. Deasy para escribir unas palabras.


      Pero religión y lenguaje no son los únicos temas de este capítulo. Uno de ellos empieza a aparecer por primera vez aquí, y a partir de ahora será una absoluta constante en toda la novela. Sí, niños y niñas, me refiero al sexo. En un principio el tema surge porque Stephen ve unas comadronas en la playa y eso le hace pensar en el nacimiento y la muerte, y el acto fundamental para que exista un nacimiento no es otro que un buen polvo, hablando en plata. Posteriormente aparece una apareja de gitanos y el joven fantasea con la chica, ni más ni menos que con estas palabras: “Sus labios enlabiaron y embocaron labios de aire descarnados: boca a sus lunaentrañas. Trañas, tumba omnientrañante. Su boca moldeó el aliento que emanaba, inarticulado: uiija: bramar de planetas cataráticos, globulares, llameantes, bramando andoandoandoandoando.” ¿Habéis tenido alguna vez alguna fantasía sexual así? Yo no, desde luego, y mira que estoy colgado.


      Para Stephen el sexo va acompañado inevitablemente de un sentimiento de soledad. Como ya os comenté sólo ha podido follar con dinero de por medio (hecho que se describe en el “Retrato de un Artista Adolescente”). Es precisamente esta dualidad tan Joyceana entre sexo y soledad lo que nos conduce al que para mi juicio es uno de los mejores párrafos de la novela, y que no debe falta en todo libro de citas que se precie. Helo aquí:


      “Tócame. Ojos suaves. Mano suave suave suave. Estoy tan solo aquí. Venga, tócame pronto, ahora. ¿Cuál es esa palabra que todos los hombres conocen? Estoy tan silencioso aquí solo. Y tan triste. Toca, tócame.


      Increíble la genialidad del señor James Joyce, como usa el ritmo de las palabras para imitar la voluptuosidad sexual, y como logra que la soledad irrumpa como un poderoso martillo destrozando cualquier alegría que pudiera surgir ante la inminencia del placer físico. No hay palabras.


      Pero este párrafo nos lleva a una de las grandes polémicas del capítulo, polémica surgida sólo por este parrafito:


      “Dejó el moco seco que se había sacado de la nariz sobre el reborde de una roca, cuidadosamente. En cuanto a lo demás que mire quien quiera.


      Bien, es obvio que Stephen se hurga la nariz buscando algo más que petroleo, eso está claro. Pero, quedaos con la última frase: “En cuanto a lo demás que mire quien quiera”. ¿Qué es lo demás? ¿Qué hace Stephen como para que sea vergonzoso que alguien lo vea?


      La mayoría de críticos defiende la teoría de que el joven no hace otra cosa más que orinar contra las rocas. Pero unos cuantos creen que hace otra cosa bien distinta, aunque también relacionada con su pene. Analicemos lo que ha pasado antes: A lo largo del capítulo no hay ningún narrador, son simplemente los pensamientos de Stephen los que nos cuentan lo que pasa. Estos pensamientos se van haciendo cada vez más densos y cambian de tema con mayor rapidez en una especie de crescendo musical hasta llegar al aparente clímax: el momento en que el joven escribe un poemilla (supuestamente). Pero realmente ese no es el clímax, esa sensación se alarga mientras fantasea largo y tendido con la gitana hasta que se alcanza el punto de tensión máxima (“Dios se hace hombre se hace pez se hace barnacla se hace montaña plumón. Alientos muertos yo que vivo respiro, piso polvo muerto, devoro asadura orinada de todos los muertos. Izado yerto por encima de la regala exhala la peste de su verde sepultura, el leproso agujero nasal roncando al sol.”). Después sólo un par de párrafos más de monólogo interior y de repente... ¡Hay un narrador! Salimos de golpe de los pensamientos de Stephen en una sensación totalmente anticlimática. Ahora unamos eso con el párrafo que comentamos anteriormente sobre sexo y soledad. No sé a vosotros pero a mí los conceptos sexo, soledad y el clímax seguido por la calma me hace pensar sólo en una cosa. ¡Que onanista está hecho este Stephen.



Sandymount, la playa donde se desarrollan las masturbaciones más célebres de la historia de la literatura.


      Yo apoyo esta teoría, pero ya os digo que es muy controvertida (de hecho este capítulo no fue de los acusados por pornografía en el juicio contra la obra). Pensad lo que queráis, pero conociendo la manera de concebir la literatura que tiene James Joyce y teniendo en cuenta que mucho más avanzado el libro el otro protagonista (Mr. Bloom) sí que se masturba claramente en la misma playa, creo que nos hallamos en otro paralelismo más entre ambos personajes.


      Ah, un aviso, si se os ocurre algún año celebrar el Bloomsday os recuerdo que masturbarse en una playa en público suele estar bastante mal considerado, así que andaos con ojo.


      Bueno, esto ha sido el tercer capítulo del “Ulises”. Ahora vamos a cambiar totalmente de tercio y dejar que Stephen continúe con sus andanzas por las calles de Dublín porque le toca el turno de hacer su aparición estelar a Mr. Leopold Bloom en el próximo capítulo. Os espero.


3 comentarios:

  1. Jejejje, ha sido soberbio, en serio, difícil de leer, pero soberbio y, he llegado a la misma conclusión que tú: menudo onanista está hecho este Stephen, jeje, pero ha sido fantástico el uso del lenguaje, jejeje, esperando más, sin duda.

    Un beso XD.

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  2. Empecé a leer Ulises hace algunas semanas , y me atrapó. Eso sí, no voy a negar que esta capítulo me costó bastante, lo pasé sin tratar de entenderlo demasiado, pero lo voy a volver a leer porque no tiene desperdicio.

    Saludos

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  3. Es una lectura bastante díficil. Mi recomendación es simplemente dejarse llevar por el texto en una primera aproximación y dejar para lecturas posteriores una profundización más seria. Hoy en día críticos y escritores siguen debatiendo sobre esta obra, por algo será.

    Un Saludo

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