sábado, 28 de noviembre de 2009

El "Ulises" de James Joyce (Capítulo VI)


     Una buena historia se convierte en algo universal y eterno situándose así aparte de la propia idiosincrasia de su época (“fuera del tiempo” que diría Cioran) cuando trata con madurez y profundidad ciertos temas que son una preocupación constante del ser humano a lo largo de toda su existencia. Uno de esos temas es el amor, o el sexo, pero otro, inevitable es la muerte. Si bien en el “Ulises” Joyce trata todos estos temas en la totalidad de la obra, nos hallamos ahora ante el capítulo centrado específicamente en el tema de la muerte, lo desconocido, la nada. El entierro de Paddy Dignam nos muestra como reacciona el ser humano ante la muerte, reacciones que son prácticamente universales. Por poneros un ejemplo, ¿quién no ha estado nunca en un funeral y oído (o incluso contado él mismo) un chiste que le provoca gracia? Además, la reacción ante esto siempre es la misma: alguien dice que es de mal gusto estar con bromas en un evento así mientras que otro replica que el difunto tenía un gran sentido del humor y le hubiera gustado eso. En esta forma de actuar tan propia de nuestra especie (reflejada a la perfección en esta novela) vemos claramente cómo afrontamos aquello que desconocemos.

      Antes de proseguir con el análisis del episodio sexto, como siempre os dejo el esquema del autor:

     Título: “Hades”
     Hora: 11-12
     Color: Negro, blanco.
     Personas: Ulises, Elpenor, Áyax, Agamenón, Hércules, Erifile, Sísifo, Orión, Laertes, etc.
     Técnica: Narración, diálogos.
     Ciencia, arte: Religión.
     Sentido: Descenso a la nada.
     Órgano: Corazón.
     Símbolo: Cementerio, Sagrado Corazón, El Pasado, El Desconocido, El Inconsciente, Defecto cardiaco, Reliquias, Fallo cardiaco.

      En prácticamente toda mitología occidental hay siempre un capítulo donde el héroe desciende a los infiernos. Un ejemplo clásico lo encontramos en el descenso de la diosa sumeria Ishtar a los infiernos. En la Odisea esa escena tampoco podía faltar, así vemos como en el canto XI de esta epopeya Ulises visita la morada de Hades en su larguísimo peregrinar hasta Íthaca. En el “Ulises” este descenso no es literal, nunca podría serlo en una novela hiperrealista, sino figurado. El funeral de uno de los amigos del señor Bloom es la metáfora perfecta de esto, pero Joyce no se queda ahí, sino que nos muestra el infierno personal de nuestro protagonista tanto mediante sus miedos internos como mediante el aislamiento social en el que transcurre su existencia.

      Y es que esta es la primera vez que vemos a Leopold interaccionar con otras personas de su entorno más allá de la compra de algo o el encuentro callejero fortuito. Así, en el coche en el que Bloom asiste al cortejo fúnebre van también otros tres conocidos suyos: Jack Power, Martin Cunningham y Simon Dedalus (padre del coprotagonista de esta magna novela).

      Al propio Stephen Dedalus lo vemos de pasada en este capítulo, caminando sólo por la calle (por la hora del día que es sabemos que acaba de estar en la playa donde transcurrieron los hechos del tercer capítulo). Se nos deja ver también el odio que su padre siente por Malachi Mulligan, el eterno compañero del poeta, y no de una forma precisamente velada:

      “- Se junta con gentuza, refunfuñó Mr. Dedalus. Ese apestoso de Mulligan es un jodido rufián de cuidado lo cojas por donde lo cojas. Su nombre apesta por todo Dublín. Pero con la ayuda de Dios y de su Santa Madre me voy a encargar yo de escribirle una carta un día de estos a su madre o a su tía o lo que sea que le va a abrir los ojos como platos. Lo voy a joder vivo, créanme.

      Y es que para un padre su hijo nunca puede ser culpable de nada, son las malas compañías con las que se junta.

      Otra persona con la se cruzan en su peregrinar fúnebre por las calles de la ciudad es con Boylan Botero. Y aquí nos volvemos a encontrar con la forma típica que tiene Leopold de evitar pensar sobre el amante de su mujer. Veamos lo que hace en cuanto se lo cruzan:

      “Mr. Bloom se pasó revista a las uñas de la mano izquierda, y luego a las de la mano derecha. Las puntas de las uñas, sí. ¿Hay algo más en él que ellas ella ve? Fascinación. El peor hombre de todo Dublín. Eso lo mantiene vivo. A veces presienten cómo es una persona. Instinto. Pero un tipejo como ese...

      Otras conversaciones distraen a los cuatro compañeros mientras atraviesan cuatro puentes en su camino al cementerio (como cuatro río tiene el Hades griego). A lo largo de este viaje vemos como Bloom es amable con sus acompañantes e intenta introducirse en la conversación tímidamente, pero los otros le rechazan de forma sutil una y otra vez. Es la primera vez que vemos a Leopold interactuar en un entorno social, y vemos como no le va muy bien. No debe tener demasiados amigos Bloom, o por lo menos no está bien considerado en la sociedad dublinesa en la que le ha tocado vivir.

      Otro hecho importante de este viaje es cuando la conversación pasa por un tema espinoso para nuestro amigo judío, el tema del suicidio. Vemos como se pone claramente nervioso ante este asunto y finalmente descubrimos el por qué en un estremecedor párrafo:

      “La tarde aquella de la investigación post mortem. La botella rojietiquetada en la mesa. La habitación del hotel con cuadros de caza. Ambiente cargado. La luz del sol por entre los listones de las persianas. Las orejas alumbradas de sol del juez de instrucción, grandes y peludas. El botones prestaba declaración. Pensó a primera vista que estaba dormido al principio. Luego le vio como unos surcos amarillos en la cara. Se había deslizado hacia abajo hasta los pies de la cama. Veredicto: sobredosis. Muerte accidental. La carta. Para mi hijo Leopold.

      Y es que los pensamientos de Bloom a lo largo de este capítulo están constantemente marcados por el concepto de la muerte: el suicidio de su padre y la muerte accidental de su hijo; pero también consideraciones prácticas, como sistemas para evitar ser enterrado vivo o el transporte de cadáveres hasta el cementerio. Vemos también como Leopold no considera el cuerpo como algo sagrado, sino que una vez muerto no le importa lo que se haga con él. Un hombre pragmático, en efecto.

      Finalmente el grupo llega al cementerio y se procede al entierro de Dignam, que deja una viuda y cinco hijos, entre las reflexiones sombrías de Bloom. Y aquí nos encontramos con la aparición de uno de los personajes más enigmáticos de toda la novela. ¿A quién no le ha pasado alguno vez que en un funeral (o una boda, para el caso es lo mismo) se encuentra con alguien a quién nadie parece conocer? Pues eso mismo sucede aquí, donde un extraño hombre observa el ceremonial desde la distancia. La gabardina que lleva el hombre provoca un malentendido a la hora de apuntar su nombre en la lista de asistentes, y así pasa a ser conocido como el señor Gandina (O MacIntosh, según la traducción). Este desconocido volverá a aparecer una y otra vez a lo largo de toda la obra, pero en ningún momento intercambiará ni una palabra con nadie ni hará nada relevante, pero su mera presencia es perturbadora para el lector. Porque en el fondo todos nos preguntamos lo mismo: ¿Quién es este tal Gandina?

      Pues hay muchas teorías que van desde lo anecdótico a lo metafísico pasando por lo literario. Hay quien dice que podría tratarse del mismo Joyce, que solía vestir así (algo similar a lo que haría más tarde Hitchcock en sus películas). Otra teoría defiende que se trata del amigo de Mrs. Sinico (cuya historia se relata en “Dublineses”, colección de relatos del propio Joyce, bajo el título “Un caso doloroso”) en un interesante análisis unificador de la obra del autor. Pero también hay opiniones mucho más extrañas: hay quien dice que se trata de Parnell (de quien se habla largo y tendido a lo largo de la obra), un héroe irlandés que se habría levantado de su tumba para defender su patria. No falta tampoco quien lo relaciona con Dios o con Jesucristo o, incluso, hay que defiende que cabalísticamente representa lo pecaminoso. Cierto es que el propio Bloom lo cuenta como el asistente número trece al funeral (“Número de la muerte”, pensará), quedando así identificado en la propia novela como un personaje de mal augurio. Pero la duda sigue abierta, y probablemente nunca se resolverá.

      Finalmente el funeral acaba y los asistentes parten cada uno por su lado acabando así este sombrío episodio, y nuestro análisis del mismo.

      Por último comunicaros que habrá un pequeño cambio en el formato del blog de ahora en adelante. Básicamente en ves de ir analizando una obra hasta su final he decidido hacerlo por partes. Esto es así porque la longitud de muchas de estas obras es inmensa y requerirían muchísimos artículos seguidos sobre el mismo tema, y claro, en caso de que no te interese este tema, sería un poco coñazo. El propio “Ulises” es un claro ejemplo pero la cosa empeoraría en cuanto comenzara a analizar “El Anillo del Nibelungo”, por ejemplo (es que más de trece horas de ópera dan para mucho). Así que antes a partir de ahora se irán alternando las distintas obras, por lo que antes de proseguir con el análisis del capítulo séptimo, ¿os parece si vemos una película?

7 comentarios:

  1. Excelentes análisis y recuento de esta obra de Joyce. ¿Cuándo veremos los capítulos siguientes?
    Saludos cordiales,
    Fernando

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  2. Hola, ¿qué edición del Ulises estás manejando?
    Me parece esta traducción mejor que la de Valverde. Puedes pasarme los datos.
    Jéssica

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  3. Estoy usando la traducción de Francisco García Tortosa y Mª Luisa Venegas Lagüéns, publicado por Cátedra. La traducción de Valverde también la he leído y en ocasiones es mejor, pero por lo general prefiero esta.

    En cuanto a los próximos artículos, pues depende del tiempo que tenga, intetaré que sea lo antes posible. Gracias

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  4. Hola Papageno.

    He llegado hasta aquí buscando un análisis por capítulos de la obra de Joyce ya que la estoy leyendo y me parece sumamente complicada.

    Con tus análisis he visto un poco la luz en mi lectura pero veo que acabas en este capítulo (yo aún voy por el quinto). Esta entrada es de hace casi un año y me pregunto ¿habrá continuación?

    La verdad es que la agradecería muchísimo porque con tus comentarios puedo tener una visión mucho más amplia de la obra y así enterarme mejor de todo... ¡no quiero acabar dejando el Ulises a medias!

    Me seguiré pasando por aquí. Muy buenos tus posts, de verdad, y muchas gracias por publicarlos para que estén al alcance de todos.

    Un saludo.

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  5. Sí, habrá continuación. El problema es que ando bastante liado con bastante proyectos, pero no te preocupes, en cuanto me sea posible retomaré el análisis de esta gran obra de arte.

    Saludos

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  6. ¡Qué buena noticia!

    Sigo con el Ulises, a mi ritmo, que es bastante lento (acabo de terminarme hoy el noveno capítulo). He estado tentada de dejarlo ya un par de veces porque me resulta de lo más complicado pero me he dado cuenta de que, aunque me pierda a menudo, disfruto con su lectura.

    Espero entonces a que sigas publicando por aquí (cuando puedas, claro, que para eso es tu blog). Así, además, podré entenderlo.

    De nuevo, muchas gracias :)

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  7. Oye tienes alguna de las dos traducciones que mencionas en formato electrónico, la de Valverde o la de Tortosa, podrias pasarmelas, porque en internet no las encuentro y las traducciones que tengo son malisimas o están con muchos errores de edición, y en papel las librerías que me quedan cerca no tienen este libro.
    Si por si acaso tienes el interés de ayudarme te dejo mi correo: nuevo.007@hotmail.com

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