sábado, 7 de noviembre de 2009

La explosión desordenada de la ultrajante insolencia de un joven (Tercer Movimiento)


     Seguimos hoy con el análisis del tercer movimiento de la Primera Sinfonía en Do Mayor de Ludwig van Beethoven. Os recuerdo que el video lo podéis ver aquí. Y como siempre empezaremos con un poco de teoría, aunque bastante menos en esta ocasión, lo prometo.


      ¿Sabéis por qué en general las sinfonías están consideradas como las obras cumbre de cualquier compositor? Por dos motivos muy sencillos que se podrían resumir en uno: son obras realmente grandes. ¿A qué me refiero con grandes? No a que duren mucho, que una ópera dura mucho más. De hecho en este aspecto una sinfonía debería durar lo mismo que una sonata. Espero que recordéis que cuando os hablaba del primer movimiento de esta obra os explicaba la estructura de los movimientos de una sinfonía, pues bien, son exactamente los mismos que en una sonata. Una sinfonía se podría entender, y así comenzó al menos, como una sonata para orquesta. Son grandes precisamente porque son obras para orquesta. Y esto es algo muy importante en la música, hasta la aparición de las sinfonías la mayoría de las obras eran o bien para un grupo reducido de instrumentos o bien para un instrumento acompañado por la orquesta. Para poneros algunos ejemplos, si escuchas un cuarteto de cuerda, vas a escuchar exactamente eso, cuatro instrumentos de cuerda; si escuchas una sonata para violín y piano escucharas esos dos instrumentos. Incluso en un concierto escucharás un instrumento solista, acompañado, eso sí, por una orquesta; pero aquí está lo principal: la orquesta sólo acompaña, la mayor parte del interés recae sobre el instrumento solista. En la ópera o música vocal en general sucede exactamente lo mismo, la orquesta simplemente acompaña a las voces (al menos hasta Wagner, claro, pero de eso ya hablaremos mucho más adelante).


      En una sinfonía la cosa es totalmente distinta, todos los instrumentos de la orquesta deberían tener idealmente la misma importancia, sin que ninguno sobresalga del resto. Eso es lo ideal, claro, con las épocas ha ido cambiando el concepto: en la época clásica (a la que pertenece esta sinfonía) se pensaba que las cuerdas eran la familia ideal de instrumentos y por eso debían tener más preponderancia (ya hemos visto como Beethoven fue criticado por el uso de los vientos en esta obra). Por suerte hoy es ampliamente reconocido que en una obra para orquesta todos los instrumentos deben tener la misma importancia. Fijaros hasta que punto es así que se suele decir que la orquesta es un único instrumento que interpreta su director, y si habéis notado como cambia una obra de un director a otro incluso con la misma orquesta, no podéis más que estar de acuerdo.


      Bien, las sinfonías son grandes porque son obras para toda la orquesta, pero también por la estructura que comparten con la sonata (y también cuartetos y otras agrupaciones instrumentales). Esta estructura de cuatro movimientos representa la sublimación, la síntesis, de todos los tipos de música que interesaban en aquel momento. Una sinfonía contiene movimientos rápidos (como el primero), movimientos más lentos (como el segundo) y movimientos de baile, como este tercer movimiento.


      Y es que originalmente el tercer movimiento de una sinfonía era un Minueto, una variedad de baile de la época. Los minueto se caracterizaban por estar escritos en un compás ternario, tres por cuatro generalmente. ¿Qué es un compás de tres por cuatro? Básicamente un compás de baile, todos estáis cansados de escucharlo, imaginaos el ritmo típico de un vals (de cualquiera) y veréis que siempre es algo como tum-pa-pa tum-pa-pa... es decir, tres golpes donde el primero suena más fuerte, eso es un compás de tres por cuatro. Se le llama así porque el compás se divide en tres negras (un tipo de figura rítmica a la que, por motivos un poco complejos para exponer aquí, se la reconoce por el número cuatro).


     Beethoven pues marca este movimiento como Minueto, pero eso no es exactamente así. Si recordáis del artículo anterior ya mencioné que Beethoven solía escribir en un tempo más rápido del normal, y lo mismo hizo con este movimiento. A día de hoy está considerado ampliamente como un scherzo. Scherzo es otra palabreja italiana que significa literalmente “broma” y se suele aplicar a este tipo de movimientos pero, ¿por qué? Pues básicamente por qué un baile a toda hostia, pierde sus característica fundamental: ya no es bailable. Además, en un principio los scherzos solían ser tremendamente alegres y casi jocosos. Beethoven es precisamente quien cambia esta tendencia escribiendo alguno de los scherzos más oscuros de la historia (para que os hagáis una idea al scherzo de la novena sinfonía se le suele apodar “El infierno en llamas”); pero eso será más adelante. Por ahora el scherzo que nos ocupa es básicamente alegre, pero en cuanto lo empecéis a escuchar entenderéis que por su tempo (un Allegro molto y vivace, que en lengua vernácula viene a decir algo así como “muy rápido y vivo”, “a toda hostia”, vamos) es absolutamente imposible de bailar.


      Así pues nos hallamos ante un scherzo, pero si miráis en cualquier sitio donde se hable de esta sinfonía veréis que pone “scherzo con trío”, así que os preguntaréis y con razón: ¿qué es eso de con trío? El trío es una parte añadida a un movimiento de baile. El nombre viene de que en un cuarteto (como su propio nombre indica, obra interpretada por cuatro instrumentos) el trío solía ser interpretado sólo por tres. Esto en una obra para orquesta implica que el trío debe tener más sencillez armónica y orquestal que el resto del movimiento (ojo, esto no tiene por qué ser así) y evidentemente, estar tocado por menos instrumentos. Otra de sus características es que debe ser distinto que el Minueto (sea en el tono o en los temas tocados o, más generalmente, en las dos cosas). Así, el trío se solía tocar directamente al final del Minueto o, como hace Beethoven en este caso, se tocaba el Minueto, luego el trío y luego otra vez el Minueto desde el principio.


      Pero basta ya de vana palabrería y pasemos a escuchar este scherzo. Lo primero que notamos es que está en un clarísimo Do Mayor, la tonalidad de la obra y empieza directamente con el tema principal: una melodía ascendente de notas en stacatto en las cuerdas a las que se le acaban sumando los vientos en un crescendo. Esto se repite una vez y pasamos al tema B, ya más melódico y con ritmo propio de Minueto (una blanca seguida de una negra, para los que me entendáis). El consecuente del tema secundario no es más que una variación de un tema que ya hemos escuchado en el movimiento anterior, de nuevo el tema A seguido por el B, creando así una estructura binaria (se llama así al tipo de estructura en que los dos temas principales se repiten el mismo número de veces cada una, aquí por ejemplo ABAB), y una coda final en crescendo.



El tema B tal y como lo tocan los fagots.


      Después ya pasamos al trío cuyo tema es introducido por los vientos con un acorde de Do Mayor (Do, Mi y Sol sonando a la vez) en solitario durante cinco compases para introducir una simple melodía a base de corcheas en los violines. Como veis algo completamente distinto a los temas del minueto y mucho más sencillo: a lo largo de todo el trío simplemente suena esta melodía en los violines mientras los vientos mantienen acordes. Violas, violoncelos y contrabajos solo entran en el crescendo que concluye el trío. Y después del trío, como ya he dicho, el Minueto de nuevo.


      Así concluye el movimiento más corto de la obra, y es que no es hasta un Beethoven más tardío que los scherzos comienzan a cobrar mayor importancia y pueden equipararse así en complejidad a los dos movimientos en forma sonata. Nos queda aún por hablar de ese segundo movimiento en forma sonata, el cuarto y último movimiento, que, como veréis tiene muchísimas similitudes con el primero, cerrando así perfectamente la obra. Pero eso será otro día.


3 comentarios:

  1. Pues esperando la siguiente entrega, ya te lo he dicho jejejej, me encanta este blog porque aprendo muchísimas cosas, aunque disculpa por no poder comentar al nivel que estas entradas se merecen ya que me considero una profana en todo este tema, pero me encanta saber algo más, así que gracias Fran. Un besito ;).

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  2. Nada, mujer, no te preocupes. Si cuando acabe con la primera sinfonía empezaré con algo de literatura y ahí por suerte me puedo permitir ser mucho menos técnico. Los que pasa es que para hablar un poco en profundidad de una obra musical es dificil hacerlo sin entrar en cosas tecnicas, porque todo sonoría más o menos igual, muy en plan "esta melodía mola", "aquí tiene mucha fuerza" y cosas así, y por eso me veo obligado a daros estos sermones. XD

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  3. ¡Qué van a ser sermones! No, si me encanta, lo explicas genial y se entiende perfectamente, si es todo un lujo, gracias jejejejejejee. A seguir así de bien ;).

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