lunes, 9 de noviembre de 2009

La explosión desordenada de la ultrajante insolencia de un joven (Cuarto Movimiento)


      Tras haber hablado de los tres movimientos anteriores, ahora le toca el turno al cuarto y último movimiento de la Primera Sinfonía en Do Mayor op.21 del gran Ludwig van Beethoven. Desde mi punto de vista sólo hay una palabra que pueda definir a este movimiento, y esa palabra es “sublime”. Todo el movimiento desborda una alegría y una pasión difícil de ignorar, vamos es de esas obras que da igual que se te haya muerto media familia, tu pareja te haya dejado y tu casa haya ardido; simplemente los escuchas y vuelves a sentir ganas de vivir, notas la felicidad desbordar por todos tus poros. Este movimiento es el final perfecto a una sinfonía genial. Todo está tratado con una sencillez tal, pero tan profunda maestría, que sobrecoge el hecho de que con sólo doce notas se pueda decir tanto. Sobran las palabras, pero tengo que escribirlas, aunque antes una pequeña explicación acerca de la estructura del movimiento.


      El último movimiento de una sinfonía suele usar la forma conocida como sonata-rondó. Esta forma es una mezcla de la forma sonata (de la que ya hablamos con anterioridad) y de la forma rondó (de la que hablaremos con posteridad), como su propio nombre indica. Básicamente es una forma sonata donde su tema principal, el tema A, se repite antes de cada parte, quedando así con esta estructura: ABADesarrolloAB'ACoda. Beethoven aquí no respeta del todo esta forma, al igual que no respetaba la forma sonata en su primer movimiento, y de hecho lo hace de la misma manera. Si el primer movimiento empezaba con una introducción lenta, aquí también. Si en el primer movimiento el tema se repetía antes del desarrollo, aquí hará lo mismo con el tema secundario. De tal forma, que la estructura total queda como algo así:


IntroducciónABABDesarrolloAB'ACoda


      Y esta estructura encierra por sí sola en 5 minutos y 39 segundos la explicación de por qué las sinfonías de Ludwig van Beethoven están consideradas como una de las obras cumbres de la raza humana.


     Pero empecemos, darle al play en el video, y disfrutad.


      El movimiento empieza con una sola nota, eso sí, en un tutti orquestal completo (la tocan todos los instrumentos de la orquesta) y en fortissimo (a toda caña), con lo que este simple Sol adquiere una fuerza increíble. Después, como en el primer movimiento, los primeros violines nos empiezan a tocar una pequeña melodía ascendente repetidas veces. A cada una de las repeticiones notamos como la melodía se acelera y va incrementando su número de notas, hasta que finalmente abandonamos el Adagio y los primeros violines atacan con una escala ascendente en stacatto el Allegro molto e vivace (Muy rápido y vivo, para los no versados en las lenguas romances).


      Esta escala nos conduce al tema principal (A), interpretado en un principio solamente por las cuerdas y con la melodía en los primeros violines. Poco a poco se van sumando instrumentos: primero los fagots entrando en un pequeño diálogo con los contrabajos, luego las trompas, de nuevo fagots seguidos por los oboes y un poco más tarde las flautas hasta acabar con un tutti en fortissimo donde a estos instrumentos se les suman de golpe clarinetes, trompetas y trombones. El efecto de esto es sencillamente indescriptible, hay que escucharlo. Este tutti dura poco porque en seguida empezamos con esos diálogos entre las diversas familias de instrumentos que fueron tan criticados en su época. La escala ascendente de inicio se ha ido convirtiendo en una serie de escalas descendentes en los violines con un clarísimo punto culminante con un acorde de toda la orquesta en sforzato (esto viene a significar algo así como que se tiene que tocar lo más fuerte que se queda) y a contratiempo (es decir, tocado en una parte del compás que le tendría que corresponder a un tiempo débil). Las escalas siguen descendiendo constantemente hasta conducir a una serie de acordes en violines y gran parte de los vientos acompañados por una melodía genial de los violoncelos doblados por contrabajos, violas y fagots. Y así acaba el tema principal, cuando los primeros violines dan una serie de notas en decrecendo (más bajito cada vez) que nos lleva al tema secundario.


      El tema B de este movimiento está de nuevo en el tono de Sol Mayor, respetando así el salto a la dominante característico de la forma sonata en modo mayor) y empieza en piano (bajito, para que nos entendamos, no el instrumento) pero poco a poco, a fuerza de ir repitiendo la melodía en una secuencia (resumiendo mucho, una secuencia es cuando se repite una melodía empezando cada vez por una nota distinta), va aumentando su intensidad hasta el gran clímax que anuncia el final de la exposición.


      Después se repiten otra vez estos dos temas y entramos ya de lleno en el desarrollo con una serie de diálogos entre los violines primeros y el resto de los instrumentos que de nuevo nos llevan a un nuevo clímax. Y es que esta alteración entre momentos de calma y momentos climáticos es muy distintiva y constante en la música de Beethoven, y es, en parte, lo que le otorga tanta fuerza. La sección de desarrollo es tan compleja y tan plena de momentos culminantes que analizarla con detenimiento aquí alargaría demasiado este artículo. Baste decir que el gran genio de Ludwig combina a la perfección entradas en contratiempo, trabajadísimos crescendos y el constante diálogo entre los más variados instrumentos; de tal forma que aunque no hubiera compuesto sus otras ocho sinfonías, esta, por sí sola, ya merece un puesto destacado en la historia de la música (y apenas contaba con treinta años el chaval).


      La Reexposición es aquí tan contundente y tan plena, que por sí sola, ya cierra perfectamente toda la sinfonía, pero a pesar de eso, Beethoven incluye aún así una de sus elaboradísimas cadencias finales con acordes en fortissimo con toda la orquesta que tan características son de su obra; redondeando de esta forma toda la sinfonía.


      En resumen, hemos podido ver, como ya desde su primera sinfonía Beethoven se preocupa de revolucionar el mundo musical de su época. Revolución que no fue bien aceptada por muchos, pero que le consiguió el favor del público de la Viena imperial y, a la larga, un puesto entre los más grandes genios de la música occidental, o incluso la consideración de mejor compositor de todos los tiempos para muchos. Pero lo genial es que todo esto por ahora lo hace en el marco de la música clásica, no es hasta más adelante que rompe totalmente con este marco legándonos obras tan distintas a todo lo que se había escuchado y se escucha hoy en día, como su incomparable “Gran Fuga”.


      Ahora, os invito a abandonar por un momento la música para meternos temporalmente en el ámbito de la literatura, con nuestro próximo artículo.  

1 comentario:

  1. Me ha parecido soberbio porder disfruatr de esta manera de este gran compositor, así que gracias por el análisisi, Fran, ha estado genial y el viaje que vamos a ahcer por el Ulises de joyce seguro que es fantástico también.

    Besos, XD.

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