sábado, 9 de marzo de 2013
Barry Lindon (3.- La muchacha alemana)
lunes, 28 de enero de 2013
El "Ulises" de James Joyce (Capítulo VII)
jueves, 24 de febrero de 2011
El monstruo mal configurado (Segundo movimiento)
lunes, 21 de febrero de 2011
El monstruo mal configurado (Primer movimiento)
lunes, 8 de noviembre de 2010
El monstruo mal configurado (Visión general)
Hoy, amigos, volvemos a hablar un poco de música, la más elevada de las artes para Schopenhauer, la más tramposa para James Joyce (aunque nunca dejara de ser un gran melómano). Continuando con lo prometido nos toca hablar de la Segunda Sinfonía en Re Mayor opus 36 de Ludwig van Beethoven. Una nueva sinfonía de su época clásica (como la definen los críticos) pero en la que de nuevo veremos como el compositor actúa de puente entre dos épocas y dos estilos musicales totalmente diferentes (clasicismo y romanticismo) revolucionando así la forma de entender la música que tenemos hoy en día, que por algo alguien merece estar en el Olimpo de los más grandes compositores de la historia de la humanidad.
martes, 25 de mayo de 2010
Barry Lyndon (2.- Al servicio de la Corona Británica)
Seguimos hoy con el inicio de la vida adulta de Redmond Barry, la primera vez en “Barry Lyndon” que vemos a nuestro protagonista alejado de toda influencia familiar. Veremos como su iniciación a la edad adulta no fue precisamente un camino de rosas, y como la influencia del ambiente en el que se vio envuelto es lo que convirtió al joven Barry de un chico alegre e iluso a un rufián cínico y mentiroso, en una interpretación prácticamente marxista del por qué de la naturaleza humana.
Tras despedirse de su madre, Redmond parte hacia Dublín, pero jamás llegará a esta bella ciudad, cuna del gran James Joyce. Al poco de partir, el joven Barry sufre un peculiar y educado atraco a manos de unos salteadores de caminos con los que había coincidido en una posada en el camino. En medio de los majestuosos bosques irlandeses nuestro protagonista es detenido por el hombre conocido como “Capitán Feeney” y su hijo Seamus, que de una forma muy cortés le arrebatan su dinero y su caballo. Y creedme que no estoy siendo sarcástico escribiendo esto, realmente estos dos son los atracadores más educados que ha parido madre; como muestra, os dejo la contestación que el “Capitán Feeney” le da a Redmond cuando este le pide quedarse con el caballo para poder continuar camino: “Desearía complaceros, pero en nuestra profesión debemos viajar más rápido que nuestros clientes.”
Tras este atraco, sin dinero ni medio de transporte, nuestro joven amigo se encuentra realmente en un atolladero, no puede continuar su camino ni regresar a su casa, puesto que piensa que aún sigue buscado por el asesinato de John Quin. Así nos encontramos a Redmond envuelto en la música militar mientras escucha un anuncio del ejército en una aldea cercana, y es que el ejército siempre necesita nuevos reclutas. Barry no lo duda un momento: sus ansias de gloria militar y la necesidad de dinero contante y sonante hacen que se apunte a las filas de infantería de Su Majestad Británica. Un largo travelling (recurso cinematográfico usado hasta la saciedad, y mil veces perfeccionado por Kubrick) nos muestra a Redmond ya enfundado en la casaca roja durante sus primeros entrenamientos. Estos entrenamientos por cierto sólo duraban un mes, y es que la Corona Británica se hallaba en ese momento envuelta en la Guerra de los Siete Años y necesitaba gran cantidad de reclutas sin importar demasiado su calidad.
Pero a Barry le cuesta adaptarse a esta nueva vida, su nivel de vida en su pueblo natal era más alto del que le espera como un mero soldado raso del ejército. Así vemos como protesta cuando le sirven la bebida en un vaso repleto de grasa, y como esta protesta origina la mofa de sus compañeros. La situación acaba degenerando hasta tal punto que Redmond acaba insultando al típico matón imprescindible en cualquier grupo humano; lo que conlleva la inevitable pelea a puñetazos. Así pues sus compañeros forman un cuadrilátero humano en el que Redmond Barry y el Señor Toole (un irlandés del tipo armario de dos puertas) zanjan su disputa. La grabación de esta escena es magistral: la música cesa para escuchar sólo un batiburrillo de gritos de los hooligans de ambos bandos que contemplan el combate y la cámara olvida la majestuosidad propia de Stanley Kubrick para pasar a una grabación cámara en mano. Estas técnicas logran sin duda la intención del director: hacer al espectador partícipe del combate como si fuera él uno de los púgiles. Finalmente gana nuestro protagonista gracias a su agilidad y es aclamado por sus compañeros soldados.
Una sorpresa nos espera cuando coinciden en el servicio Redmond Barry y el que fuera su testigo en el duelo por Nora, el Capitán Grogan. Ambos deciden compartir una botella de vino al caer la noche, lo que nos lleva a la primera de las múltiples escenas nocturnas iluminadas solamente con la luz de las velas (sólo tres, en este caso). Como ya os he comentado con anterioridad, Kubrick inventó una serie de cámaras especiales basadas en la tecnología de la NASA con el único fin de poder grabar estas escenas. Ese encuentro nocturno (acompañado por el omnipresente sonido de los grillos) revela a Barry que el duelo por el que se vio obligado a escapar estaba amañado. En efecto, todo era un plan de la familia de Nora Brady que empleó balas de fogueo con el fin de asustar a Redmond y lograr su huida. Y es que el “bravo” Capitán Quin no era tan fiero como lo pintaban, y nunca se hubiera atrevido a pedir la mano de la muchacha mientras el joven galán siguiera de por medio. De hecho su cobardía llega a tal punto que, incluso aunque apenas fue alcanzado por una bala de fogueo, tardó más de una hora en levantarse del susto que se había llevado en el cuerpo. Así es como nuestro protagonista se entera del nuevo estado civil de su amada prima (en palabras del Capitán Grogan: “Tu ausencia la impresionó de tal forma que se vio obligada a consolarse tomando esposo.”); pero este hecho apenas afecta a Barry, demostrando así como es un hombre que puede cambiar de amoríos con facilidad.
Finalmente, llegar la hora de sumarse a las fuerzas combatientes en Alemania, y así es como vemos la primera escena de batalla del filme. Kubrick dirige magistralmente esta escena, siempre con la frialdad y alejamiento que caracteriza a esta obra. Así alterna travellings con grabación cámara en mano e impresionantes panorámicas todo ello acompañado de una marcha militar como banda sonora. Esta será la primera y última batalla de Redmond Barry en el ejército británico, y para colmo él no pega ni un sólo tiro. Nada más comenzar el combate el Capitán Grogan es herido por las fuerzas francesas y nuestro protagonista lo acompaña al que será el lugar de su muerte: un sendero oscuro y embarrado en mitad de los bosques germanos. A Redmond aún le da tiempo a darle un beso de despedida a su amigo en una escena que seguro que os sonará. Ved la escena y pensar un poco en ello... ¿No os recuerda terriblemente a la escena de la muerte de Boromir en “El Señor de los Anillos”? ¡Si tan sólo hay que cambiar a Boromir por el Capitán Grogan y a Aragorn por nuestro querido Redmond Barry! Parece ser que Peter Jackson debió de ver esta película también.
La muerte de Grogan provoca un profundo cambio en nuestro joven amigo, haciéndole olvidar las glorias militares e instándole a desertar del ejército. En la narrativa del filme también observamos este cambio: tras la batalla llega el inevitable saqueo acompañado por las reflexiones anti-belicistas del siempre presente narrador (“Y sin embargo es con estos instrumentos con los que los grandes guerreros y reyes han realizado su obra criminal en el mundo.”)
La oportunidad para desertar se le presenta pronto a Barry cuando una pareja de oficiales homosexuales disfruta de un momento de relax en un río dejando olvidados sus caballos y pertenencias. Redmond no lo duda ni un segundo y coge caballo, uniforme y documentación de uno de ellos alejándose al instante de la escena del robo mientras los hombres se declaran su amor en la distancia.
Pero las penalidades de nuestro joven protagonista no hacen más que empezar cuando se escapa vestido con las ropas de un oficial hacia el sector controlado por las tropas prusianas, como veremos en el próximo artículo.
jueves, 13 de mayo de 2010
Barry Lyndon (1.- La relación con Nora)
Antes de nada, siento que os debo una disculpa por haber estado todo este inmenso tiempo sin subir ningún artículo al blog. Estos meses he estado bastante ocupado por diversos motivos, eso unido a mi habitual vaguería y a que el poco tiempo libre que tenía he preferido dedicarlo a la música antes que ha escribir han propiciado este parón en las publicaciones que espero que no se vuelva a repetir. Otra aclaración previa: como sabéis, estamos hablando de “Barry Lyndon”, la genial obra maestra de Stanley Kubrick. En un principio tenía pensado despachar la película con cinco o seis artículos, pero hoy al revisionarla para escribir el primero de ellos me he encontrado con que tenía una hoja llena de anotaciones sobre lo visionado con sólo un cuarto del metraje sobre el que me disponía a hablar. Así que prefiero aumentar el número de artículos con el fin de poder añadir profundidad a los mismos y no limitarme a unos simples comentarios por encima, y el no menos importante deseo de mantener lo escrito en unas dimensiones que no resulten demasiado pesadas para ti, querido lector (demasiado tópico esto, ¿verdad?). Sin más empecemos nuestro visionado conjunto de Barry Lyndon:
La primera escena que vemos es un duelo, en concreto el duelo dónde el padre de Redmond es asesinado. Iros acostumbrando, porque la película está repleta de duelos tanto a pistola como a espada, reflejo de la turbulencia y malestar social que atravesaba la Europa de la época. En esta escena entra también la voz en off del narrador que nos acompañará con sus descripciones y sus interesantes reflexiones a lo largo de toda la obra. Tras eso, y para continuar con la presentación del entorno familiar de Barry conocemos a su madre que, según nos cuenta nuestro narrador, es acosada por múltiples pretendientes tras la muerte de su marido a los cuales rechaza cual Penélope (aunque ambos personajes sean totalmente distintos) con la excusa de tener que cuidar de su hijo.
¿Y cómo es su hijo? En seguida lo descubrimos con uno de los planos más bellos de la película. La cámara nos muestra en primer plano una fuente coronada por la estatua de un querubín dorado, símbolo de pureza, como pura es el alma de Redmond Barry en estos momentos. La cámara se aleja y vemos jugando a las cartas a nuestro protagonista junto con su prima Nora Brady. Todo esto con una iluminación totalmente natural y una música tradicional irlandesa de fondo que viene a remarcar esa sensación de ingenuidad y pureza. Ingenuidad y pureza que Barry acabará perdiendo del todo por las vicisitudes a las que se ve sometido en su peculiar existencia. El narrador nos informa de que su prima Nora es el primer amor del joven Redmond y reflexiona sobre el significado que el primer amor tiene en un hombre (“Ama como canta un pájaro o florece una rosa en la primavera”). El juego de cartas acaba y como premio ambos jugadores se dan una pequeña satisfacción erótica en forma de jugueteo adolescente que culmina con un beso de la voluptuosa Nora al extasiado Barry. Pero no todo iba a ser idílico en el mundo que rodea a nuestro héroe, o sino no existiría el drama.
El plano se corta abruptamente a otro muy distinto: de un interior pasamos a un impresionante exterior, de sólo dos personajes pasamos a una multitud y de esa suave música tradicional a una dura marcha militar. Este contraste entre la música popular y la militar es constante a lo largo de la película y puede resultar chocante en muchas ocasiones, pero la vida al fin y al cabo está compuesta de amor, y también de odio, ¿no creéis? La escena nos muestra al regimiento capitaneado por el soberbio John Quin desfilando ante el pueblo en gran plano perfectamente equilibrado. El narrador nos da cuenta de la envidia que siente Barry ante los soldados y su elegancia y porte. Como veremos más adelante en la película hay que tener cuidado con lo se desea, porque en ocasiones puede llegar a cumplirse, pero no nos adelantemos. Tras el desfile viene el inevitable baile (de nuevo ese contraste entre músicas), en el cuál el Capitán Quin saca a Nora Brady cinco veces a bailar, hecho que pone terriblemente celoso al bueno de Redmond y le provoca una recriminación por parte de Nora en el camino de vuelta a casa, donde es acusado por Nora de ser sólo un chiquillo mientras que John Quin es todo un hombre, y de fortuna.
Y es que la fortuna de John Quin juega un papel importantísimo en la incipiente relación entre Nora y él. La familia de la chica vive bien, pero terriblemente endeudada, e incorporar al militar inglés a la misma puede ser su salvación. Así pues hay un interés económico evidente en esta relación, tanto por parte de Nora como por parte de su familia. El cortejo entre el soldado y la prima de nuestro protagonista no puede estar más lleno de tópicos: que si los hombres son mujeriegos, que si las mujeres puras y virginales... vamos, el ritual propio del momento para llevarse a alguien al huerto. Todo iba a pedir de boca hasta de Barry decide intervenir provocando un gran enfado por parte de la doncella (“Por Dios, Capitán, es un chiquillo, para mí no significa más que mi perro o mi loro.”, Ahí queda eso, Qué angelical esta chica, ¿verdad?) Pero las excusas de Nora no bastan y el capitán decide retirar sus aspiraciones matrimoniales, aunque será por poco tiempo debido a la intervención de la familia de la muchacha para salvar la situación.
La siguiente escena es una de las que sitúan a esta película en el Olimpo del Séptimo Arte (desde mi humilde opinión). El uso genial de la iluminación natural en un interior, que resulta poco artificioso a la vez que resalta los colores de una manera única convirtiéndolo todo en gran cuadro de época en movimiento; la magnífica interpretación de todos los actores (en especial del protagonista Ryan O'Neal) y un perfecto uso del tiempo cinematográfico se combinan como sólo Kubrick sabe hacer para obtener un resultado que roza la perfección audiovisual. La escena acontece en el comedor de la familia Brady donde tiene lugar una de esas comidas familiares que tanto nos aburren los domingos. Durante esta comida Nora y el Capitán Quin anuncian su compromiso con el beneplácito y los aplausos de casi todos los asistentes; todos menos Barry, quien ante esta noticia no puede sino faltarle al respeto al capitán y a toda la familia de su tío arrojando una copa de vino a la cara del invitado y retándole a un duelo. El pobre Barry, utilizado y puteado (hablando mal y pronto) por su propia prima, que lo llega a comparar con un animal de compañía y que en cuanto se aburre de él lo deja por un hombre de fortuna, despierta inevitablemente la simpatía del espectador, cosa que apenas volverá a ocurrir a lo largo de la historia (creedme). También se demuestra así el carácter apasionado del protagonista que tantos problemas le causará a lo largo de su tumultuosa vida.
Finalmente llega la hora del duelo a pistola; y volvemos a un primer plano (de las pistolas en esta ocasión) que se abre en un plano panorámico perfectamente estudiado y equilibrado; y volvemos a escuchar la Sarabanda de Haendel que nos acompañará con su tema insistente y tremendo a lo largo de toda la extensa escena. Es también en esta escena que apreciamos por primera vez una de las características fundamentales de esta película: su morosidad. Los planos se alargan, los diálogos se hacen lentos, los silencios terriblemente incómodos y la acción siempre se retrasa lo máximo posible generando así escenas de gran duración que logran mantener en vilo al espectador hasta el último momento. Y es precisamente en el último momento cuando el “valiente” Capitán Quin intenta librarse del mal trago del duelo ofreciendo a Redmond dinero a cambio de que él se excuse y se retiré a Dublín una temporada. Pero Barry, terco cómo es él, no acepta este ofrecimiento, y es tajante en su rechazo: “No lo siento, y no pienso disculparme. Y tanto me iré a Dublín como al infierno.”
Por fin el duelo comienza, los contendientes se sitúan en sus puestos y se produce la cuenta atrás alternando primeros planos de los personajes enfrentados. Se genera la tensión... y la tensión se libera de forma magistral: por un lado un cambio en la orquestación de la música entrando un clavicordio con el tema principal; por otro, los sucesivos primeros planos regresan al amplio plano panorámico, distanciando así al espectador de la violenta acción que está a punto de ocurrir. Y se produce el disparo, y el Capitán Quin cae, y la preocupación se vuelca sobre toda la familia como un jarro de agua fría.
Ante la ilegalidad de la acción de Redmond se decide que se debe ir una temporada a Dublín hasta que pase la tormenta, y así Barry se despide de su madre huyendo de todo sentimentalismo tanto en la actuación, como en la realización (la escasez de sentimentalismo es un recurso que Kubrick utiliza sobradamente en esta película, hasta la escena más dramática de toda la obra, donde el sentimiento nos invade y no se puede evitar que alguna lágrima se escape; pero de eso hablaremos en su debido momento).
Y así es como nuestro Redmond Barry inicia una nueva vida lejos de todo lo que amaba, así es como es expuesto a un mundo exterior frío y hostil apunto de embarcarse en una cruenta guerra en la que Barry se verá obligado a participar. Pero de todo eso hablaremos ya en la siguiente entrada.